--Espera--

Podía oir la incesante lluvia en el exterior de la grán cripta tallada en la montaña.
El olor a húmendo llevaba penetrando en la sala años, y cada vez era mayor, algunas grietas se habían abierto en el techo dejando ver pequeñas raíces.
Pudo oir un rayo, mas no levantó su mano del papel, y siguió escribiendo...

Recordó la escena que le había atado hacía ya lustros a quedarse allí, a la espera del despertar de la otra persona que se hallaba en la habitación...

La misma cripta, con las mismas columnas de mármol y la misma cúpula con pinturas de ángeles que observaban crueles como un joven llevaba en brazos a una bella mujer.

La ropa de la dama se pegaba a su cuerpo mojada, dejando intuir sus perfectas formas, sus cabellos negros se agrupaban en una cascada que caía sobre su pecho, y su blanca tez se mantenía intacta, como si los hechos no le afectaran.

Sus párpados cerrados miraban como ojos vacíos el infinito...

El joven subió a una tarima adornada con inscripciones y un pentáculo en el suelo, en el centro del cual se elevaba una mesa de piedra maciza con escenas de vampirismo en las caras laterales.

Cuando el joven dejó a la dama en la mesa, le cruzó los brazos sobre el pecho y depositó un beso en sus labios.

Dos lágrimas rodaron por el rostro del joven que se acercó al oído de la mujer y susurró unos versos:

-Tiempo, que arrastrando
te llevas mis sueños,
¿por qué vas robando el pasado?
La inocencia enmudece y me dejas
desnudo ante mi soledad...

Su voz se quebró y no pudo seguir hablando, por lo que se alzó y fué hacia un escritorio de oscura madera que había a la derecha de la tarima.

Podía oir a la multitud que se acercaba cada vez mas subiendo por la colina, con su ruido de gentío y las hogueras encendidas, el sonido del acero resonando y de los gritos de las mujeres...

Pronto llegarían, pero el tenía todo el tiempo del mundo.


Sin cambiar de expresión se sentó en el escritorio, hecho de una hermosa mader, sin mácula, tallado simulando a un dragón, cuyo lomo era el tablón repleto de hojas y unas plumas de faisán.

El joven se mordió la palma izquierda y comenzó a escribir mojando la pluma en su sangre.


No descansaré hasta que mi muerte
trascienda en una canción
viviendo en la eternidad
no permitiré que un sentimiento
no se exprese en el papel
una idea que plasmar
mientras aún pueda crear
alcanzando la inmortalidad.


Así comenzaron sus años de espera... espera a que la mujer que amaba se alzara de la muerte para volver con él, y así seguiría hasta que ella volviera...

Podía oir la incesante lluvia en el exterior de la gran cripta tallada en la montaña.
El olor a húmendo llevaba penetrando en la sala años, y cada vez era mayor, algunas grietas se habían abierto en el techo dejando ver pequeñas raíces.
Pudo oir un rayo, mas no levantó su mano del papel, y siguió escribiendo...

Recordó la escena que le había atado hacía ya lustros a quedarse allí, a la espera del despertar de la otra persona que se hallaba en la habitación...