Capítulo 1º La morada del Neutral

Desde hacía tres años, La estrella fugaz orbitaba Alâren.

La mayoría de sus habitantes pensaban que eran los mismos Dioses quienes lo habían colocado ahí, observándolos de cerca tras las recientes tragedias ocurridas como fueron la caída de las torres de alta hechicería de las ordenes tanto blanca como negra, la destrucción del palacio imperial o la desaparición del Castillo nocturno, paradero de cientos de peregrinos que alababan a la oscura.

Las cosas no habían cambiado demasiado para el pueblo medio, de todas formas.

Un enorme ejército había avanzado por el este de Rolars y había desaparecido sin más en la torre negra.


Se rumoreaba que un grupo de héroes había penetrado en Cecima y había aniquilado al Akrénimo, liderados por el Archimago Noche, que murió en la batalla.


Pero de todo eso ya habían pasado tres años, y las cosas parecían tranquilas.

Parecía que todo mal había sido erradicado de Alâren.

No podían estar más equivocados.


Puede que la amenaza de Cecima se hubiera paralizado temporalmente, pero otra amenaza avanzaba desde los mundos exteriores.


Una Diosa desconocida, con un poder superior al del Panteón al completo de Alâren se acercaba rápidamente a La estrella fugaz.




Noche lo había sentido en uno de esos días sin sol ni luna que se vivían en el palacio subterráneo que era en realidad el asteroide, donde ahora él habitaba, junto a su prima Eternia, en una ciudad de magias arcanas y poderes sobredivinos, que estaban fuera del alcance de los seres que desequilibran la balanza.

Solo los llamados Neutros, seres cuyo poder es tan inmenso que su sola existencia empujaría irremediablemente la lucha hacia un extremo u el otro, podían resisitir esa magia, tán poderosa que cuando un Dios pisaba el palacio todo su poder se diluía en la nada, hasta que volviera a salir de él convirtiéndole en un simple mortal, envejeciendo, muriendo poco a poco.



Solo Noche había sentido la extraña proximidad de esa estrella oscura, invisible para los demás, pero más brillante que los soles para él.

Emanaba tal cantidad de energía oscura que le hacía arder los ojos cuando lo miraba fijamente unos segundos.

Y cada vez se acercaba más, y más, quemándole con su presencia.


Aunque necesariamente, él no necesitaba dormir, aunque lo hubiera intentado, esa presencia no se lo permitía.

Le atraía irrefrenablemente, obligándole a prestarle atención.

Era algo parecido a lo que La Diosa hacía que él sintiera cuando aún era mortal.

Hacía tiempo que se había librado de Sombra, pero aún así, ella seguía en su interior.

Solo que esta vez era Noche quien la protegía a ella.

Había noches en que acudía a su lecho poseyendo el cuerpo de su prima y le hablaba del principio, mostrándole las sensaciones con palabras y caricias.


Noche observó por última vez la estrella antes de volver dentro del palacio.

Ahora parecía un aura...

Meneó al cabeza y cerró las puertas de metal y piedra tras su paso, encaminándose hacia su habitación en el palacio...

Pronto llegaría y todo ser vería revelado...

Deyndra llegó a aquel mundo, lleno de paz.

Esos aldeanos, lerdos, ignorantes, no sabían lo que les esperaba. Iba a ser tan fácil sumir esa tierra a su oscuridad.

Primero se haría cargo de esas estúpidas deidades. Después buscaría algo más interesante.

Noche abrió los ojos en medio de la estancia iluminada por esa luz artificial que parecía surgir de todo el palacio, como si de un alma se tratase.

Sentía como los tentáculos de ese poder oscuro se cernían sobre Alâren, como marchitaba cada grano de trigo, como succionaba la vida de cada ser...

No iba a permitirlo.

Colocándose la negra toga del hechicero, una violación a la neutralidad, como decían sus compañeros, se encaminó a la sala de las visiones sin demora, ni despertar a Eternia, que dormía plácidamente a su lado.

En cuanto desapareció por la pueta, su cuerpo apareció en la sala deseada. Así funcionaba la magia del palacio.

Noche observó con sus inescrutables ojos negros, ahora con un brillo azulado, característico de las deidades, la enorme sala con el espejo de agua en su centro.

El agua estaba prohibida en el palacio, pues la magia Neutra reberveraba especialmente en ese elemento, y solo en la sala de las visiones podía haber agua, cubriendo el espejo.

Noche se colocó sobre el círculo de la visión, colocándo las manos sobre el agua, apenas perturbando su argéntea superficie.

-Muestrame AlÂren-Dijo al alma que latía en el palacio, dándole vida propia.


El espejo se oscureció mostrando un cielo imperturbable, y luego se aclaró en una esfera azulada.

La esfera se salpicó de oscuras manchas hasta mostrar los contornos de continentes y montañas. Un mundo vivo.

-Muestrame el mal-ordenó el mago, pasando parte de su energía al espejo.

La visión del planeta se enturbió de nuevo, pero en vez de mostrar los normales puntos de inflexion del mal, esta vez mostro una faz pálida de rubios cabellos, con unos poderosos y crueles ojos azules.

Noche enarcó las cejas escrutando el aura del ser...

La sorpresa casi le hace caer de espaldas.

Ese ente femenino, era una divinidad, de eso no había duda, pero su poder era superior al de cualquier dios de AlÂren. No podía ver sus límites por más que los buscara. Tán lejos se encontraba.

Y estaba invadiendo Alâren.

"Solo hay una manera"-Pensó.


-Ser del mal, ven a mi

Noche abrió el flujo de su poder al espejo, y sintió un tirón.

La imagen se emborronó y el agua comenzó a ondear.

Con un fuerte estallido, todo el recipiente se evaporó, desintegrándose, con todo el poder, dejando en pié en su interior a la mujer que mostraba antes, alzada sobre el frío metal.


Noche la observó fijamente, a sabiendas que no tendría poder suficiente para hacerla frente, pero lucharía.


-¿Qué eres?

-¿Y tú?-le preguntó.-No deberías haber osado entretenerme, mequetrefe.

Con un delicado movimiento de mano, Deyndra tiró al suelo a Noche.

-Empieza a rezar a tus dioses muertos porque no pienso ser piadosa.

Noche sacudió la cabeza y acudió a su poder, levantándose contra la voluntad de la mujer.

La miró con los ojos llenos de furia y la señaló con un dedo.

-Tu, maldita, vete de este mundo, regresa a tus eriales, o enfrentete a la ira de algo que no podrás parar

Repentinamente toda la energía neutra de la sala se volvió contra la mujer, arremetiendo contra ella, dominándola, atándola a ella sin el menor escrúpulo.

La energía podía usarse contra aquellos que no respetaran la neutralidad, y esa diosa acababa de romperla...

Era la energía nacida del poder de algo superior, de la union perfecta entre bien y mal, y a la vez de la ausencia de ambos.

Era un poder que no podía ser contrarrestado por alguien que violaba la neutralidad poniéndose de un lado u otro. Y la neutralidad era el conjúnto de todos los dioses.

Ese era el motivo por el que los neutros no se alineaba. Tal poder no podía ser usado sino para defender la neutralidad y el equilibrio...

Deyndra dejó que la calma y neutralidad la invadieran, fue un gran esfuerzo para ella. Se acercó al hombre, se acercó tanto que sus alientos se entremezclaban.

-No puedes hacer nada contra mi.

Con un movimiento de uña rompió la túnica negra en dos, dejando todo el cuerpo de Noche al descubierto.

Rió.

-Vaya, vaya. Así que los habitantes de este mundo no estan nada mal.-volvió a reír.

Noche miró con los ojos entrecerrados a la mujer que seguía intentando jugar con él.

Dejó que ella le mirara en su desnudez sin ningún pudor. Hacía mucho tiempo, muchas vidas, que no sentía pudor ante su desnudez.

Pero no era digno ir en paños menores por el palacio.

Chasqueó un dedo y un manto de oscuridad le cubrió, formando una capa de niebla que se adaptó a su cuerpo, como si de una segunda piel se tratase.

-Te he hecho una pregunta, ser, ¿Qué buscas aquí?

-¿Ser? ¿Osas llamarme ser?-le preguntó.-Tú, tú que eres un híbrido.-río

Tanteó eso que cubría el cuerpo del chico.

-Oscuridad, ¿eh?

Con otro movimiento de mano toda la oscuridad fue absorvida por la diosa.

Noche la miró interesado.

-Mil vidas ha vivido mi alma, a diferencia de ti que las absorves, y antes me he enfrentado a Dioses de los mundos exteriores como tu

Tocándole la mejilla con la yema del dedo índice de la mano derecha, donde llevaba el anillo del dragón de plata, Noche hizo fluir por el cuerpo de la d¡osa algo de energía que esta absorvió automáticamente. Pero sintió un enturbiamiento en el cauce.

-¿Quizas el ser no es capaz de observer la nada sin todos sus poderes?

La oscuridad se transformó en luz, y juntas, en bacío, que envolvió a la Diosa aislándola de todo lo que había a su alrededor, clavándose en su interior con la presion de cien galaxias, exprimiéndola por completo.

Toda la oscuridad que había absorvido volvió a salir, entrando de nuevo en el cuerpo de Noche.

-Has venido...al lugar equivocado

-Oh, podríamos estar toda la eternidad quitandonos poder.-le dijo aborrecida.-Yo no he venido aquí, tú me has traído.

Una sonrisa malvada, pero a la vez seductora apareció en el rostro de Deyndra.

-Me iré, de tu mundo y no volveré, pero con una condición.-río

Noche negó con la cabeza sonriente.


-La palabra como alguien como tu no me vale nada, hagamos un pacto de sangre, pero dime esa condición antes

-La condición es que serás mío, y por tanto tendré todo el poder sobre ti, en esta vida y en las posteriores.-rió.-Me explicaré mejor, tu esencia o alma, como desees llamarlo será mía para el resto de la eternidad.

Pensó.

-¿Tienes tú alguna condición?

Noche la miró penetrantemente, como si quisiera fulminarla en ese momento.

Ese era el ser más poderoso que jamás había visto, y probablemente no había seres como ella. Una lucha abierta asolaría Alâren, destruyendo todo aquello por lo que había luchado, sin envargo, el pequeño sacrificio que era él mismo era un precio que si podía pagar.

Pero tenía que asegurarse.

-Está bien, pero mi condición es la misma que la tuya. Serás mia para siempre, toda la eternidad, en todas tus formas, nada de lo que hagas escapará a mi visión y te verás confinada en este palacio conmigo, sin poder huir mas que si yo huyo por propia voluntad contigo...¿Aceptas?

-Umm..-meditó.-¡No!-rió.-Yo soy la que manda, yo tengo el poder. Si quieres salvar a tu pueblo tendrás que aceptar mi condición. Únicamente te pregunté si tenías alguna condición, pero ¡sólo para ser cortés!-dijo cantarinamente.

Se sentó en el aire.

-O aceptas o lo arrasaré todo.-le amenazó

Noche comenzó a reirse con voz grave, como expresando que lo que había hecho le hacía una gracia mortal.

Cuando se serenó y se secó los ojos, suspiró y miró a la mujer.


-jajaja..ains...No lo entienes. Una vez que entras en El palacio, no puedes salir sin la ayuda del guardián que te invocó ajjaja, y aquí tu poder es nimio. La única manera de conseguir salir de aquí algún dia es aceptando...

-Oh..-bostezó.-Tengo toda una eternidad. Tu paciencia se agotará y eso será pronto. Así pues, acepta.-le dijo.

Se acercó de nuevo a él.

-Es lo mejor para todos.-le susurró

Acepta tu también

Noche se hizo un corte superficial en la muñeca ,rozándola con un dedo, del que comenzó a manar una sangre negra y fluída, y la acercó a la boca de ella.

La diosa apartó la mano de Noche.

-He dicho que no.-le dijo

Alzó la cabeza.

-Oh, vaya, tienes a alguien más aquí, ¿eh?

Con un rápido movimiento se dirigió a la joven que había aparecido, la cogió por el cuello.

-¿Ni por ella?

Noche volvió a reir quitándole importancia con una mano


-Ella se defiende sola

Eternia abrió sus ojos mostrando las dos candentes pupilas al rojo que iluminaron los ojos de la Diosa.

Su cuerpo se fundió en fuego, volviéndo a materializarse algo más lejos, al lado de Noche, que pasaba la lengua por su herida, besando luego a Eternia, para que disfrutase de sus sangre también.

La chica posó una mano en el pecho de Noche.

-¿Necesitas algo, amor mío?

Deyndra rió fuertemente. Abrió su puño y les mostró la esencia de la joven. Con una sonrisa maliciosa la hizo desaparecer, quizás ella no podría salir de allí, pero si podía transportar aquello.

-Ahora es mía.-le dijo a Noche.-Ven.-ordenó a Eternia.

La joven se dispuso a la izquierda de la diosa.

-¿Qué me dices ahora?-le preguntó.-Y no, no puedes recuperar su esencia, sólo yo puedo recuperarla de allí donde se encuentra.

Noche la miró gravemente, pero al final sucumbió.

Se acercó a la Diosa y juró aceptar sus condiciones mientras Eternia se mantubiera a salvo.

-Soy tuyo, pero no creas que por mucho tiempo

-¿Me amenazas?

Aquello iba a ser tan divertido, pensó.

Se acercó tanto a él que sus cuerpos se rozaban.

-Cuando quieras darte cuenta ya habrás sucumbido a mi poder y no querrás que te deje...-le susurró.-¡Y después acabaré contigo! ¡Sí sí sí sí! ¡Acabaré!-reía.

Lo tomó de la mano y le preguntó:

-¿Nos vamos, Noche?

Noche miró con repugnancia como el ser, que tendría miles de años, y que habría absorbido a cientos de otros seres, se comportaba de un modo tan egoísta e infantil.

Meneó la cabeza y dejó la mano flácida sobre la de ella, sin mostrar signos de aceptación.

-Vomitiva...eso eres...No mereces el poder que tienes, no sabes lo que es el aprecio por la vida...

Apretó la mano de Noche y la acarició dulcemente con el pulgar.

-Cosas peores me han llamado..-suspiró.-No deberías juzgar sin conocer.-le dijo melancólicamente con la mirada perdida.-No, no deberías.

Pasaron unos minutos cogidos de la mano, en silencio.

-Oh, basta de lamentaciones. Bien, llévame a un sitio bonito de tu mundo.-le instó.

Noche volvió a mirarla con la mirada manchada de desprecio.

Ella no podría alejarse demasiado del lugar donde aparecieran, así que no había peligro.

Noche chasqueó un dedo y ambos se vieron catapultados hacia el planeta a una estelar velocidad. En apenas unos segundos, estaban en lo alto de una duna negra, en medio de un desierto negro, con un sol ardiente, sin vida alguna, solo negrura e inmensidad.

Solo tras de ellos podían intuir la figura en ruinas de una enorme torre de ébano, que en el pasado debía alzarse hasta rozar la morada de los dioses...