Capítulo 2º El nuevo mundo

Comienza Deyndra

Según pasaba el tiempo, Deyndra se sentía mas y mas sola, en total oscuridad, sin mas compañía que su mente y la fría piedra.

Sabía que le quedaba poder para mandar una sola orden, pero debía pensarlo muy bien...


Al final, la oscuridad quebró su coraza, y el pánico se adueñó de ella...

Desesperada, llamó a cualquiera que pudiera ayudarla, consolarla...querer a alguien como ella...


En ese momento despertó.

Se encontraba en una sala enorme, con un espejo en su centro, como si de una flotante mesa se tratase.

Se sentía debil y tenía náuseas. No sentía su cuerpo, pero sabía que su poder seguía allí.

Entonces notó el brazo que le rodeaba la cintura sujetándola y fué consciente de la oscuridad en sus ojos.

De nuevo temió estar en ese horrible lugar, lo que hizo que se encojiese, pero el brazo era fuerte y no la dejó escapar.

Escuchó una voz a la vez cercana y lejana, familiar y extraña, amorosa y cínica...

-No debes temer más que a tus actos-y más cerca de su oido-ese infierno a quedado atrás...

Cuando Deyndra alzó la cabeza, descubrió que la supuesta oscuridad era una negra túnica en la que tenía enterrada la cabeza, contra el pecho del dueño de ese fuerte brazo que la sujetaba.

Al alzar un poco más la mirada, se topó con dos negros ojos mirándola sonriente, con un brillo de culpabilidad.

No podía dejar que entraras sin una prueba, decían esos ojos, siento que hayas tenido que pasar por esto...

Era un brillo sincero que Deyndra nunca había observado en los ojos de un hombre, y menos en el habitante de un mundo que iba a conquistar...

Pero ese hombre, ese engendro la había manipulado. Se separó de él y lo miró con repugnancia.

-¿Qué es verdad y qué es mentira?-le preguntó pidiendo una explicación de todo aquello.

Noche la miró como si fuera un corderito. Suculentamente comestible.


-Nada es verdad, y a la vez todo lo es. Eso que has visto a sido lo que pasará si tus actos toman determinada dirección, sin envargo nada a pasado realmente...aún. Hace menos de cinco minutos que te he invocado, y automaticamente caíste en el influjo de la esencia que te ha puesto a prueba...

Deyndra esta tan tan tan tan furiosa que ni siquiera lo pensó dos veces, llamó a sus ejércitos, a sus letales ejércitos, vivos y muertos, de aquí y de allá. Lo arrasarían todo. Mientras, ella hablaba tranquila.

-Deja que me vaya.

Noche sonrió y acarició los labios de la peliblanca diosa con las yemas de los dedos.

-Deja que te muestre una cosa-Dijo poniendo su mano en la cintura de la divinidad, instándola a mirar en el espejo.

Allí, Deyndra pudo ver como se desarrollarían los acontecimientos cuando su ejército llegara:

Una corriente de energía de multiples colores, como si todo el espectro, visible y no visible se hubiera agrupado, pero destacando el azul verdoso claro, rodeaba el planeta, desintegrando a todas las huestes que llegaban, absorviendo su energía y haciendola fluir por todo el universo.


Noche volvió a mirarla con cara de depredador.

-SI deseas irte, no te lo impediré, pero no podrás volver. No porque te lo prohiba, ni te amenaze, sino porque no encontrarás el camino de vuelta. Es un hecho, Aparte del encanto de Alâren, una vez que lo has visto, quedas prendado de él para siempre, y si te vas, lo pierdes igualmente, para siempre...

-Muy bien, todo este mundo para ti. ¿Puedo irme sin más o necesito un permiso?-le decía irónicamente

Estaba harta, sentía tal repugnancia..

Noche la miró decepcionado y la imagen del espejo se emborronó hasta desaparecer.

-Vaaaamos, era una broma, ¿No te quedas a cenar?
Noche comenzó a reirse de un chiste que al parecer le hizo muchísima gracia, relaccionado con cordero asado, que le habian contado de pequeño

Deyndra lo miró con más asco si cabe.

-Quiero irme ya. Y no, no me quedo a cenar.

Empezaba a cansarse de ese imbécil. Cambiaba el peso de pierna cada dos por tres, impaciente.

Noche estalló en carcajadas, pero al poco tiempo se simpió los ojos, simulando lágrimas de risa y asintió con la cabeza.

-Está bien, puedes irte-Cuando la Diosa iba a irse, Noche soltó al aire-Esta noche toca amor eterno

-Que te aproveche..-le dijo en voz alta.-Imbécil.

Deyndra cerró los ojos y se esfumó.

Noche observó en el espejo como aquella estrella negra se alejaba rapidamente. La misma que le cegaba y que a punto habia estado de destruir todo su mundo.

Ella no lo sabía, pero todo había pasado en verdad, cada momento había sido real, cada olor, cada color, todo.

Suspiró algo nostálgico y pronunció un hechizo que mantendría Alâren parado durante su ausencia.

Entonces desapareció.


Dos luces oscuras podían verse en el cielo, una detrás de la otra, como intentado alcanzarla...

Volvió a su hogar, el de su infancia. Todo seguía igual. Se detuvo mirando cada cosa, cada rincón, recordando.

Aquel castillo sería su nuevo castillo.

Sintió una presencia.

-¿Quién...?

Una risa se elevó por los rincones de su mente, familiar...odiada.

-Umm, que bonito lugar, quizas con un poco más de fuego...

Estalló llena de furia, sus ojos se tornaron completamente blancos. Los elementos acudían a sus manos.

Descargó torrentes de agua, fuego, rayos.. sobre Noche.

Los elementos rodearon a Noche y el sonido del crepitar de las llamas se elevó, sumiendo la escena en una nube de polvo.

Una risa se elevó entre el polvo, y de entre la nube se entrevió una figura que avanzaba hacia la Diosa.

Su figura estaba completamente cubierta por oscuridad, que fluía sobre él como la caricia de una madre, deshaciéndose en volutas de humo a su alrededor.

Cuando la oscuridad despejó por completo el cuerpo, éste volvió a ser el de Noche, sin mas heridas que los dobladillos de las mangas chamuscado, la ropa empapada, el pelo revuelto y algo de tierra que se quitaba de los hombros con gesto ausente.

La oscuridad era un elemento poderoso también.

-¿Ahora vamos a jugar al escondite?-la voz de Noche parecía intentar hacer enfadar a la Diosa a posta...

La diosa harta decidió ignorarlo por completo. Siguió recordando, mirando aquí y allá hasta que llegó a los aposentos de su madre. Se quedó embobada mirando sus vestidos.

Noche volvió a reir y buscó el salón.

Al rato encontró una enorme sala en la que había varios sillones al rededor de una chimenea.

Noche la encendió y se snetó en uno, quedando tiernamente dormido...

Noche no sabía cuantos dias estuvo durmiendo en aquel cómodo, antiguo y mugriento sillón, pero supo que en algún momento su descabnso se vió interrumpido por el llanto desconsolado de alguien.

Abrió sus negros ojos y los dirigió a la planta superior.

A los pocos segundos aquel quejido volvió a sus oidos, quebrantando su malicia. Había una mujer arriba, llorando de corazón.

Sin perder tiempo, corrió a las escaleras, sin hacer mas ruido que el rozar de su capa con la fría piedra. Subió los escalones de dos en dos hasta llegar al piso superior y siguió el quejido por el largo pasillo hasta una puerta de madera con incrustaciones de zafiros.

Al abrir la puerta de un empellón encontró a La Diosa precariamente tirada, apollada contra un armario empotrado de magnífica madera negra, sujetando entre sus brazos un polvoriento vestido de bodas, cuyo desuso y falta de cuidado no había conseguido eclipsar su belleza.

En apenas dos segundos, los brazos del apuesto y sonriente mago rodeaban los hombros y las rodillas de Deyndra, alzándola y arropando su gélido cuerpo entre los pliegues de su amplia capa negra, dejando a la vista, tan solo la bella faz y los cabellos de La Diosa que caian por la capa como una cascada de plata viva.

Noche saltó sobre la cama quitándose la capa y envolviéndo a Deyndra en ella, tapándola después con la mayestática sábana dorada con bordados de vistosos hilos oscuros que formaban el blasón de la familia. Sin soltarla un momento, Noche hundió su mano en los cabellos de la bella mujer, atrayendo su cabeza, colocándola sobre su hombro, ahora desnudo su torso, gélido y pálido, con un punto de calor sobre el lugar donde los humanos tienen el corazón.

Deyndra siguió sollozando entre los brazos de Noche durante horas, y solo las dulces palabras que éste susurraba en su oido, como candentes promesas que albergaban esperaza, consiguieron aplacar la pena que inundaba el corazón de la Diosa y la sumieron en un profundo y reparador sueño, el primero en cientos de años, por una vez, podía volver a ser aquella niña que solo quería un poco de cariño que nunca le fué dado.



Noche veló el sueño de Deyndra hasta que ésta estuvo profundamente dormida, pero cuando intentó separarse de ella, la Diosa comenzó a removerse en sueños, gimiendo y llorando, cosa que hizo que el chico volviera con ella como un resorte.

Se quedaría con aquel nuevo ser que habitaba en el interior de la Diosa durante el tiempo que hiciera falta...

Deyndra despertó, en los fornidos brazos de un hombre. Casi levitando se irguió y salió de aquella triste estancia. No quería saber nada de nadie. Como últimos recursos tenía los de apoderarse del mismisimo infierno universal o en su defecto destruirlo, liberar a todo ser maligno para que causaran daño a todos los mortales.

Lo único que deseaba era la venganza.

Miró al hombre, por su mente se cruzó un fugaz pensamiento de futuro, como humana quizás; aquello no podía ser para ella. Ella era una diosa vengativa, y sería la más poderosa. La emperatriz del universo.

Depositó un dulce y casto beso en los labios del mago y se esfumó.

Noche vió en los ojos de la Diosa el reflejo de la venganza, pero el beso no tenía nada que ver con ese sentimiento.

Cuando desapareció, el mago no hizo nada por detenerla, solo se quedó ahí parado, esperando a que su cuerpo reaccionara. Lo había notado al llegar, sus poderes se habían debilitado, pero no sabía que hasta tal punto que un beso del ser que reinaba en ese mundo lo aterraría y lo paralizaría de tal manera.

Cuando sus agarrotados músculos respondieron, sacudió la cabeza y hechó a andar hacia el exterior. Comenzaba a pensar que había sido demasiado peligroso ir a ese mundo, y necesitaba saber si podria volver a...

En ese momento Noche chocó contra una barrera invisible frente a las grandes puertas del castillo, y el golpe le hizo caer al suelo.

Se frotó la frente, donde tenía un chichón que crecía rápidamente y miró la barrera.

No detectaba ni pizca de magia, pero el poder estaba allí...

Y lo peor...Él no podía huir de las garras de la Diosa....

Pero no se rendiría.

Con una mueca de indecisión en el rostro, Noche volvió al sillón frente a las extintas llamas del perdido y empolvado salón...

La joven diosa apareció en un planeta, Fonicio, creía que se llamaba y vió a un niño de unos cuatro años de edad.

-Hola, ¿cómo te llamas?-le preguntó.-Yo Deyndra.-le dijo señalandose a si misma mientras daba vueltas sobre si misma sonriendo.

-Cize, y tengo cuatro años.-le respondió orgulloso.-¿Cuántos tienes tú?

La diosa rió dulcemente.

-Unos pocos más.-volvió a reír. Se agachó a su lado, para poder mirarle fijamente a los ojos.-Dime Cize, ¿eres feliz?

La cara del niño se ensombreció.

-Mis papás estan en el cielo, el dios Nissul se los llevó.

Deyndra cogió al niño de la mano.

-¿Y no tienes a nadie más?.-el niño negó con la cabeza.-¿Quieres hacerselas pagar a ese estúpido dios?.-el niño movió la cabeza de forma afirmativa.

La diosa se puso de pie, soltando la mano del niño, pero tendiendosela.

-¿Quieres venir conmigo Cize?

Noche se cruzó de piernas frente a la chimenea y dejó que su alma se deslizara lejos de su cuerpo, dejándo solo un filo hilo que los uniera, ahora mas débil que nunca, pués le quedba poco poder, y exploró todo el castillo...

La diosa le mostró la destrucción del dios y del mundo a la niño.

Aquel pobre niño estaba tan mal cuidado.. decidió volver al castillo y cuidarlo.

Noche sintió que se acercaban...

Un gran pdoer y un cuya inocencia había sido arrebatada.

Todo lo rápido que pudo, volvió a su cuerpo, y cuando abrió los ojos estaba sudoroso y debilitado.

Había sido un esfuerzo muy grande, pensó antes de desmayarse...